El rechazo es una experiencia común en
diversas áreas de la vida; no todos lo saben enfrentar y mucho menos
transformarlo en combustible para nuevas cosas en su vida y ello puede
desencadenar una serie de dolencias y sensaciones negativas en las personas,
siendo estas por lo general, las más frecuentes.
Consecuencias del rechazo
Baja Autoestima: La experiencia del rechazo puede llevar a una
disminución de la percepción que una persona tiene de su propio valor,
provocando sentimientos de ineptitud o inferioridad que les hacen susceptibles
a los aprovechadores que pueden estar en cualquier entorno, debilitándoles de
manera física, mental, sentimental, etc.
Angustia o ansiedad: El rechazo puede generar niveles altos de ansiedad
anticipatoria, haciendo que las personas teman situaciones sociales futuras y
eviten interacciones por miedo al rechazo. Eso no es prevención o cautela, es
miedo soterrado y sin justificación, hay que saber distinguir.
Depresión: La sensación de ser rechazado puede contribuir al
desarrollo de episodios depresivos, donde la persona experimenta tristeza
profunda, desesperanza y pérdida de interés en actividades. Y en ocasiones ese
tal rechazo es psicosomático y no real, lo que acrecienta el problema.
Soledad: El rechazo puede provocar un sentido de aislamiento
donde la persona siente que no pertenece a un grupo o comunidad, lo que
intensifica la soledad física y mental, esa que no es para reencontrarse y
retozar, sino más bien para agobiarse y sucumbir.
Ira o resentimiento: El rechazo puede generar sentimientos de ira hacia
la fuente del rechazo, así como un resentimiento hacia uno mismo o hacia
situaciones similares en el futuro. Y eso genera varios temas de hostilidad que
casi siempre terminan mal; no es la manera de aceptar un rechazo, a nadie
puedes obligar a que sienta o haga lo que no quiere si no le corresponde.
Desconfianza: Las experiencias de rechazo pueden llevar a la
desconfianza hacia los demás, dificultando futuras relaciones interpersonales
por miedo a ser rechazado nuevamente. Es malo defenderse de quien no te está
atacando, sino ayudándote –aunque sea de manera poco convencional-.
Frustración: La sensación de que los esfuerzos por integrarse o
ser aceptado no son valorados puede resultar en frustración, afectando la
motivación y la energía de la persona. A veces eso surge también por querer insistir
en ser recompensado de tus deberes, así que debes aprender a equilibrar tus
anhelos.
Inseguridad: Las personas a menudo comienzan a cuestionar sus
habilidades sociales y su capacidad para establecer conexiones significativas,
lo que lleva a una inseguridad general en situaciones sociales.
Síntomas psicosomáticos: El rechazo emocional puede manifestarse físicamente
en forma de dolores de cabeza, malestar estomacal, tensión muscular o fatiga.
Culpabilidad: En ocasiones, las personas pueden sentirse
culpables o responsables del rechazo, interpretando la situación como un
reflejo personal de sus defectos o fallas que no les deja evolucionar, comer,
dormir o razonar.
Dificultad para tomar decisiones: El miedo al rechazo puede hacer que las personas se
sientan paralizadas en la toma de decisiones, afectando su capacidad para
actuar en diversas áreas de sus vidas.
Evitar nuevas experiencias: El rechazo puede llevar a una aversión a probar
nuevas actividades o establecer nuevas relaciones, limitando el crecimiento
personal y las oportunidades.
Idealización de las relaciones
pasadas: Después de un rechazo,
las personas a menudo tienden a idealizar relaciones anteriores, sintiendo
nostalgia por lo que pudieron haber sido y no captando o sopesando las
debilidades mutuas.
Alteración del sueño: El estrés emocional provocado por el rechazo puede
llevar a problemas de insomnio, pesadillas o sueño interrumpido.
Aislamiento social: Para evitar futuros rechazos, algunas personas
optan por aislarse socialmente, privándose de la interacción humana necesaria
para la salud emocional.
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