El
decir mentiras siempre será una
condena. He aquí la manera cómo me curé de ello:
Cuando
tenía unos 13 años, dije una mentira sobre una comida que me comí secretamente
y aseguré que no, hasta que todo determinó que fui el culpable y me dieron un
gran regaño. Luego a los 17 aseguré haber visto a una persona hacer algo que
esta dijo que no hizo y me dieron una gran zurra con una correa de cuero y
hasta la hebilla me dejó una herida en la espalda.
Con
el tiempo se descubrió que esa persona había tomado el dinero, pero ya el daño
estaba hecho. Las disculpas fueron apoteósicas y eso me hizo entender que las
personas se sienten más avergonzadas e incluso te tratan mejor y te ganas su
confianza cuando no te ocupas en decir mentiras.
Sí,
debo reconocer que siento algo de morbo cuando veo a las personas arrepentidas
creyendo que he mentido y no es así. Todo vestigio de arrogancia e ínfulas de
mejores se les quita cuando descubren que he dicho la verdad e incluso llegan
a dudar de sí mismos.
Les
pido que disculpen mi arrogancia al respecto, pero yo lo veo, entre varios
temas, como un triunfo.
Decir mentiras
Me
ofende cuando veo a los políticos decir mentiras sin el menor temor, incluso
cayendo en su propia sofisma. Y cuando estas se revelan, o terminan atacando al
que dijo la verdad o simplemente se excusan con que fue un desliz o alguien los
engañó. Por último, dejan morir el asunto y ellos con su cara tan lavada, sin
aprender la lección, porque vuelven a decir mentiras una y otra vez, es como su
ciclo natural y forma de retroalimentarse del malestar de las personas buenas.
Me
indigna ver cómo los hombres con novia o esposa les mienten así sea con la
menor cosa, excusándose por el control marital. No, no llego al extremo de la
infidelidad, sino a cosas menores como que me tomé dos cervezas camino a casa,
compré una figura de acción, le llevé comida a mi mamá o el precio de los
zapatos que se compró para darse un gusto.
También
me incomoda cuando las mujeres se empecinan en decir mentiras sobre su relación,
peso, dinero o modo de vida. Son detalles que ni siquiera son una buena conversación
y menos para ventilar, pero para mantener las apariencias comienzan a hilvanar
un tropel de sueños que quieren vivir pero que no tienen (ni se labran).
La diferenciación
Hay
diferencia entre decir mentiras, tener la discreción en su vida privada y el
ocultar la verdad que puede alterar.
Decir
mentiras es un problema que crece como una bola de nieve y casi siempre termina
en problemas. Hasta los más ávidos mentirosos, caen, nadie se salva.
La
vida privada es de uno y tenemos el derecho a callar lo que consideramos no es
del dominio público, pero siempre dejando puertas abiertas para que las
personas que son de fiar nos respalden en casos eventuales. Además, tanto
silencio, agobia y hay cosas que se confunden con privacidad.
Las
llamadas “mentiras blancas”, existen y son necesarias o válidas siempre y
cuando su propósito sea una felicidad final para todos, como por ejemplo
ocultar una fiesta sorpresa de cumpleaños, el regreso de un familiar que tenían
años sin ver o –aunque no sea feliz-, no revelar todo a una persona convaleciente,
mientras se mejora su calidad de vida.
Consecuencias de decir mentiras
Ya
eso de pegarle a la gente como que es malo y eso que corrigió a algunos –a mí
me lo hizo- pero antes de llegar a ese extremo hay que educar y será su reincidencia
lo que lleve a una buena azotaina.
Asegúrenles
a los niños y adolescentes que decir mentiras les alejarán seres amados, oportunidades,
dinero, facilidades y les ganarán golpes, acusaciones, noches sin dormir, mala
digestión, gritos y cárcel, con todos los horrores del sistema carcelario,
además de la exhibición pública (la raya más fea, para que se entienda).
Nadie
se escapa –ni debería- de las consecuencias por decir mentiras de corazón. Salvo
algunos personajes pintorescos que hacen narraciones fantásticas y delirantes y
que hacen de la mentira un cuento para vivir sin hacer daño (casi como el Barón
de Münchhausen), todos los que dicen mentiras pagan feo el haberlo a hecho,
siempre en el mismo grado a su intención.
Las
cosas malas y los errores suceden, taparlos con mentiras o varios temas oscuros
adicionales no los mejora. Nada hace a una mujer más mujer y a un hombre más
hombre que reconocer su error y pagar las consecuencias, que siempre son
menores en intensidad y repercusión cuando no se miente.
Tampoco
es que la verdad debe decirse con saña o con una crudeza que termine
disgustando. Ya de hecho la verdad es dura, lo mejor es no dispararla con el
cañón de nuestras palabras y sin la compasión de nuestras almas.
Ya
son demasiados los que se encargan de decir mentiras y lucrarse de ello para
que haya más. El hecho de que acá en la tierra no estén todavía pagando las
consecuencias, no implica que sus almas no estén condenadas. Tampoco sabemos
qué calvario callan y se cubren con una máscara de hipocresía.
Les
invito a no decir mentiras y a ver la cara de los que creían que mentías y al
ver que era verdad, se sienten avergonzados y te ganas su confianza. Es un
placer culposo algo mal intencionado quizá, pero es la consecuencia de que
muchas personas hayan sido marcadas por gente mentirosa y les sorprenda
conseguir con alguien que les hable con la verdad.
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