Los vinos se pueden clasificar según diferentes criterios, como el color,
el contenido de gas, el grado alcohólico, el envejecimiento, el nivel de azúcar
o la variedad de uva. Los más comunes son:
Vinos tranquilos o de mesa
Son
los que tienen un bajo contenido de gas y un grado alcohólico moderado. Dentro
de este grupo se encuentran los vinos tintos, blancos y rosados, que se
diferencian por el color y el tipo de uva que se utiliza.
Por
ejemplo, los vinos tintos se elaboran a partir de uvas tintas, como la
tempranillo o la syrah, y los vinos blancos se elaboran a partir de uvas
blancas o tintas sin pulpa coloreada, como la airén o la albariño. Los vinos
rosados se pueden obtener por contacto con los hollejos, por sangrado o por
mezcla de uvas tintas y blancas.
Vinos espumosos o gasificados
Son
los que tienen un alto contenido de gas, que produce burbujas al abrir la
botella. El ejemplo más conocido es el
champagne, pero también hay otros como el cava, el prosecco o el lambrusco. Estos vinos se obtienen mediante una
segunda fermentación en botella cerrada o en depósitos cerrados.
Vinos fortificados o generosos
Son
aquello que tienen un alto grado alcohólico, que se consigue añadiendo alcohol
al vino. Algunos ejemplos son el jerez,
el oporto, el marsala o el vermut. Estos vinos suelen tener un sabor
intenso y complejo.
Vinos aromáticos
Se
pueden identificar por tener un sabor y un aroma intensos, que se deben a la
adición de hierbas, especias, frutas u otros ingredientes. Algunos ejemplos son
el moscatel, el malvasía o el vino de
naranja
Vinos de vendimia
Son
los que se elaboran con uvas muy cuidadas, de parcelas especiales y con una
vendimia selectiva. Estos vinos suelen tener una calidad superior y una
personalidad propia.
¿Con qué comidas se toman los distintos tipos de vinos?
El
maridaje de vinos y comidas es un arte que busca armonizar los sabores, aromas
y texturas de ambos elementos para crear una experiencia gastronómica
placentera.
No
hay una regla única y absoluta para elegir el vino adecuado para cada tipo de
comida, sino que depende de varios factores, como el gusto personal, la
preparación del plato, la ocasión y el presupuesto.
Sin
embargo, existen algunas pautas generales que pueden servir de orientación. Estas
son algunas de ellas:
Los vinos blancos
suelen ir bien con los pescados, mariscos, ensaladas, pastas, arroces, quesos
frescos y postres ligeros. Dentro de los vinos blancos, hay diferentes estilos,
desde los más secos y ácidos hasta los más dulces y aromáticos.
Por
ejemplo, un vino blanco seco y afrutado, como un verdejo o un albariño, puede
combinar bien con un pescado a la plancha o una ensalada de frutas. Un vino
blanco dulce y floral, como un moscatel o un malvasía, puede maridar bien con
un postre de chocolate o una tarta de queso.
Los vinos tintos
suelen ir bien con las carnes rojas, las aves, los guisos, las legumbres, los
quesos curados y los postres intensos. Dentro de los vinos tintos, también hay
diferentes estilos, desde los más ligeros y frutales hasta los más potentes y
tánicos.
Por
ejemplo, un vino tinto ligero y fresco, como un pinot noir o un gamay, puede acompañar bien a una carne blanca o
una pizza. Un vino tinto potente y complejo, como un cabernet sauvignon o un
tempranillo, puede armonizar bien con una carne roja o un queso azul.
Los vinos rosados
suelen ir bien con los platos mediterráneos, las comidas picantes, las carnes
blancas, los embutidos y los quesos semicurados. Éstos son versátiles y
refrescantes, y pueden tener diferentes tonalidades y aromas según el tipo de
uva y el método de elaboración.
Por
ejemplo, un vino rosado pálido y delicado, como un provence o un côtes du
rhône, puede ser ideal para una paella o una ensalada griega. Un vino rosado
intenso y frutal, como un garnacha o un syrah, puede ser perfecto para un pollo
al curry o una tabla de embutidos.
Los vinos espumosos
suelen ir bien con los aperitivos, las celebraciones, los mariscos, las carnes
blancas y los postres. Los vinos espumosos son burbujeantes y festivos, y
pueden tener diferentes niveles de dulzor y acidez según el tipo de uva y el
método de elaboración.
Por
ejemplo, un vino espumoso seco y elegante, como un champagne o un cava brut
nature, puede ser excelente para brindar o acompañar unas ostras o unos
canapés. Un vino espumoso dulce y afrutado, como un prosecco o un lambrusco
dolce, puede ser delicioso para tomar con una torta de frutas.
Diferencias entre los vinos tinto y blanco
El color:
el vino tinto tiene un color más oscuro que el vino blanco, debido a que en su
elaboración se utiliza la piel de la uva, donde se encuentran los pigmentos llamados
taninos. El vino blanco se elabora solo con el zumo de la uva, sin la piel.
El sabor:
el vino tinto suele tener un sabor más rico y complejo, con notas de frutas
rojas, especias y tierra. El vino blanco suele tener un sabor más ligero y
fresco, con notas de frutas blancas y cítricos.
La acidez:
el vino blanco suele ser más ácido que el vino tinto, debido a que se recoge
antes la uva blanca que la tinta, y tiene menos azúcares. El vino tinto suele
tener una textura más suave y aterciopelada, gracias a los taninos maduros.
Las calorías:
el vino tinto tiene más calorías que el vino blanco, debido a que tiene más
grado alcohólico y más azúcares. El vino blanco tiene menos calorías, pero
también menos antioxidantes.
El tipo de copa:
los vinos tintos se sirven en una copa grande y de boca ancha, para que se
oxigenen mejor y se aprecien sus aromas. Los vinos blancos se sirven en una
copa pequeña y de boca estrecha, para que se mantenga frío y no pierda su
frescura.
El maridaje: los
vinos tintos suelen ir bien con las carnes rojas, los guisos, los quesos
curados y los postres intensos. Los vinos blancos suelen ir bien con los
pescados, mariscos, ensaladas, pastas, quesos frescos y postres ligeros.
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